Inicio: Puente de la Cantina
Final: Puente de la Cantina
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 15,1 Km
Desnivel [+]: 513 m
Desnivel [--]: 513 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 40
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
RESUMEN
Ha habido épocas en las que al llegar la temporada invernal, nos alejábamos de las montañas, cuan aves migratorias, para buscar parajes más cálidos, pero últimamente, como los osos polares, parece que nos hemos adaptado al tibio frío y a la nieve.
Esto explica que de nuevo Antonio programase otra excursión invernal, en esta ocasión para disfrutar de los nevados y sombríos pinares de Valsaín, que si ya son bellos sin nieve, con ella se realzan sobremanera sus atractivos naturales.
Pensando en mitigar el frío que pasaríamos, los de Torrelodones paramos en el bar de las Postas a tomar café y así entrar en calor. Por ello, al llegar al punto de encuentro, tras bajar del puerto de Navacerrada y superar las Siete Revueltas, el remozado aparcamiento del Puente de la Cantina ya estaba muy concurrido, y recordaba el gentío que en sus buenos tiempos hubo de tener, aunque hoy la única venta que había era de de la revista del grupo, que había traído José María.
Con bastante nieve desde el primer momento, iniciamos la ruta cruzando el puente, obra debida a Carlos III, para seguir en dirección suroeste el rastro del GR-10.4, hacia la Pradera Venta de Araña.
Nada más pasar el portón que facilita su acceso, surgieron las primeras complicaciones porque teníamos delante unos 10 metros de nieve congelada que propició los primeros culetazos.
Superado el momento, porque ya se sabe que a veces hay que caer para levantarse con más fuerza, continuamos por la pista asfaltada, medio oculta por la nieve, cruzamos por un puente el arroyo del Telégrafo y en animadas conversaciones llegamos a la Pradera Venta de Araña, una praderita en la que aún se distingue la planta de la desaparecida casa de los Guardas de la Pesca.
Momento en el que Antonio decidió desviarnos a la izquierda para visitar una pradera más grande, la de Navalazor, donde paramos a tomar el aperitivo a la "sombra" de un gran pino caído, cuyas peladas ramas nos son ya familiares.
Tras el breve descanso, continuamos en dirección suroeste por el Camino de Lumbralejos (GR-10.4) hasta enlazar, salvando un fatigoso repecho, con el Carril del Gallo, por el que el colorido largo tren que formábamos los 40 participantes de hoy, nos afanábamos en no perder el paso del siguiente.
Continuamos primero en dirección oeste y después hacia el suroeste, por la archiconocida Senda de los Cospes, señalizada con círculos de pintura amarilla.
Proseguimos hasta alcanzar el Puerto de la Fuenfría (1.792 metros), pasando primero por la fuente de la que recibe su bautismo, y que en efecto, da un agua muy fría, además de fotogénicas fotos a su vera.
En el puerto paramos a comer los bocadillos, el mío tamaño familiar, y de casualidad y para nuestra sorpresa nos encontramos con Rosa C, a su paso hacia el Montón de Trigo. A los postres, Paco C. le prestó su estrella negra a María Ángeles P, que había alcanzado tan honorífico título en su centenaria pasada excursión.
A pesar de lo bien que se estaba en el collado, había que seguir, y lo hicimos descendiendo por la amplia y muy nevada carretera de la República.
En el puerto paramos a comer los bocadillos, el mío tamaño familiar, y de casualidad y para nuestra sorpresa nos encontramos con Rosa C, a su paso hacia el Montón de Trigo. A los postres, Paco C. le prestó su estrella negra a María Ángeles P, que había alcanzado tan honorífico título en su centenaria pasada excursión.
A pesar de lo bien que se estaba en el collado, había que seguir, y lo hicimos descendiendo por la amplia y muy nevada carretera de la República.
Nos dirigimos hacia la vertiente segoviana, en dirección noroeste, cruzando el arroyo Minguete, donde la carretera gira a dirección noreste, cruza el arroyo de la Argolla y llega junto a las ruinas del convento templario de Casarás, según la leyenda, en realidad, casa de postas que mandó construir Felipe II a su arquitecto Eraso para facilitar su estancia por este puerto en sus constantes trasiegos de Madrid a Segovia.
En la explanada de lo que tristemente queda de lo que fue estancia real, nos echamos una monumental guerra de bolas de nieve, que como casi todas, no sabemos por qué ni quién la empezó, pero de la que Sol, y unos cuantos más seguro no se olvidarán, incluido yo, que todavía tengo nieve hasta en las orejas.
Tras disfrutar como lo que somos, unos niños, bajamos por una helada y resbalosa trocha para continuar por la nevada carretera en dirección noroeste hasta la Fuente de la Reina, en la que apenas paramos, y donde giramos en dirección este, para continuar el nevado descenso entre pinos al amparo del murmullo del arroyo de Casarás, por el GR-10-1 hasta llegar de nuevo a la Pradera Venta de Araña, tras cruzar de nuevo el arroyo Minguete.
Desde allí, regresamos al Puente de la Cantina siguiendo el mismo recorrido que a la ida, teniendo de nuevo que salvar el tramo helado cercano al portón, y en el que más de uno resbaló, por más cuidado que se ponía, pero afortunadamente sin mayores consecuencias y con las inevitables risas.
Por el buen tiempo, la compañía, la nieve, las vistas, el cielo y la luz de esta excursión, se merece 5 sicarias.
Paco Nieto
FOTO REPORTAJES
Desde allí, regresamos al Puente de la Cantina siguiendo el mismo recorrido que a la ida, teniendo de nuevo que salvar el tramo helado cercano al portón, y en el que más de uno resbaló, por más cuidado que se ponía, pero afortunadamente sin mayores consecuencias y con las inevitables risas.
Por el buen tiempo, la compañía, la nieve, las vistas, el cielo y la luz de esta excursión, se merece 5 sicarias.
Paco Nieto
FOTO REPORTAJES
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