martes, 17 de septiembre de 2019

Excursión 485: Thorsmork. Valle del Dios del Trueno. Islandia

FICHA TÉCNICA
Inicio: Thorsmork. Islandia
Final: Thorsmork. Islandia
Tiempo: 1 a 2 horas
Distancia: 6,6 Km
Desnivel [+]: 340 m
Desnivel [--]: 340 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 31

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Tras seis días de viaje por Islandia, de los que podría esperarse haber visto lo más grandioso y espectacular, nos quedaba esta última jornada para afrontar la visita al valle de nombre tan sugerente como del Dios del Trueno (THÓRSMÖRK, Thor es el dios del trueno).

Así que con los ánimos pletóricos por lo visto hasta el momento y por la confianza en que la excursión nos depararía otra borrachera más de bonitos paisajes, entornos naturales, cañones, etc. de ensueño; nos subimos a nuestro bus todoterreno, que nos llevaría a través de pistas de tierra, vadeando ríos (era lo habitual) por este valle que desde su inicio nos brindaba unas vistas desiguales de colinas verdes: unas cubiertas de vegetación como abedules y praderas y otras formadas por lava volcánica recubierta de musgo con un verdor incomparable.

Mientras avanzábamos en la ruta, hacían su aparición los glaciares entrelazados en las colinas, lejanos unos y no tanto otros, con sus lenguas rompiendo sobre unos entornos verdaderamente únicos por el contraste entre los colores blanco, negro y verde.

Sobre las 12:30 horas llegamos al aparcamiento y pequeño centro de información, donde tras los paseítos de rigor, nos dispusimos diligentemente todo el grupo a seguir a Macka, nuestra guía, para hacer la marcha al pico Valahnúkur, donde se podría disfrutar de unas vistas espectaculares del valle y aledaños.

En seguida llegamos a un enorme cauce pedregoso y surcado de riachuelos, que conforman el fondo del valle y que dada las fechas, (estación fuera de nevadas y poca lluvia), se alimentaban principalmente del deshielo de los glaciares, por lo que nos resultaban bastante fáciles de atravesar en general. 

Pero cuando la anchura y caudal de agua eran mayores, había puentes colocados, con la particularidad de que éstos eran rodantes para poderlos mover mediante vehículos (unos todoterrenos gigantescos) y situarlos allá donde la corriente mayor hubiera tenido el capricho de situarse.

Tras media hora de caminar por el fondo del valle, lo abandonamos por su margen derecha, donde había un precioso y envidiable albergue para montañeros, además de instalaciones y vehículos para el personal del parque. Aquí había diferentes paneles informativos sobre el valle en general y sobre rutas concretas en particular, entre las que se encontraba nuestra subida al Valahnúkur.

Una vez recompuesto el grupo, que venía de lo más estirado (por las fotos y los pasos de torrentes), emprendimos la subida propiamente dicha que con un desnivel de 245 metros nos llevaría a la cima del pico. Ésta se realizó al principio por un sendero entre vegetación muy frondosa de abedules enanos y matorral.

Como el ascenso ya desde sus inicios, nos daba la oportunidad de deleitarnos con las vistas impresionantes que surgían a nuestros pies; los senderistas encontraban la excusa perfecta para hacer frecuentes paradiñas y de ese modo, además de realizar fotos por doquier, tomar algo de resuello, exigido por la pendiente un tanto empinada que íbamos superando.

En plena sabida, a unos 20 minutos de marcha, había un montículo con una pequeña meseta que convertido en mirador natural, todo el grupo aprovechó para disfrutar observando gran parte del valle, a la vez que realizando numerosos poses para fotografías de muy diferentes composiciones grupales e individuales.

La guía nos puso en marcha de nuevo y continuamos el ascenso sin paradas, donde en algunos tramos finales había escalones en la tierra sujetos por troncos de madera para facilitar el paso del personal.

A las 14:15 hicimos cumbre en el Valahnúkur, 455 m., casi igualaba las alturas de las montañas circundantes, por lo que las vistas eran realmente espectaculares, además el lugar era muy cómodo para moverse y el día era espléndido, bastante soleado y con una temperatura tan veraniega que a muchos les permitía y disfrutaban quedándose en camiseta.

La hora y el lugar eran los idóneos para tomar el bocadillo y disparar una y otra vez todo tipo de artilugios fotográficos, pues no nos cansábamos de posar y tirar fotos hacia todos los puntos cardinales, en especial al fondo del valle, oscurecido por las sombras de las paredes montañosas que lo delimitan, además de por la propia tonalidad del cauce, donde las aguas del deshielo glaciar se abren paso causando caprichosos meandros y a las cumbres blancas de los glaciares con sus nieves perpetuas en contraste con las negras y verdes colinas.

Una vez disfrutado de la cumbre en sentido amplio, se inició la bajada por la misma ruta de subida, en la que cabía tomar algunas precauciones sobre todo en los escalones, para no sufrir ningún resbalón.

La marcha se hizo más de prisa, aunque no faltaron algunas paraditas para fotos y demás, lo que provocaba un gran estiramiento del grupo que no logró reunirse de nuevo hasta las instalaciones del Albergue.

Desde aquí, se enfiló el cauce y acometieron de nuevo los pasos de riachuelos, tanto por pie como por los puentes rodantes, de manera que sin dilación llegamos sobre las 15:50 h. al punto de inicio tras haber recorrido alrededor de 6 Km. La marcha propiamente terminaría aquí con una calificación de 4 sicarias por todo lo descrito.

Pero como el día todavía nos deparaba una última visita y que además cerraba nuestro fabuloso viaje por Islandia, creo interesante mencionarla como colofón al mismo.

Resulta que de vuelta y a unos 30 minutos de bus, se encuentra un cañón casi perpendicular al valle, en cuya entrada se habilita un aparcamiento y pequeña área de descanso. 

El acceso al cañón se hace por entre dos paredes montañosas próximas a modo de portalón, coloreadas del verdor fuerte del musgo y que dan paso a un interior más amplio a veces y angosto otras con el común de un suelo pedregoso surcado de riachuelos vadeables y unos laterales verticales de piedra cubierta mayoritariamente de musgo con algún esporádico pequeño abedul sobreviviendo en los salientes.

El recorrido fue de unos 3 Km. Ida y vuelta y menos de una hora de duración, en el que los contrastes del suelo de piedra limpia con las paredes mayoritariamente verticales unas y con salientes y peanas otras, pero todas, salvo en contadas rocas descarnadas, cubiertas de musgo verde intenso de una belleza única, hacía que el caminar fuera muy lento para poder disfrutar sobremanera del entorno que nos envolvía.

El sendero transcurría por el cauce pedregoso del fondo del cañón, salvo en un pequeño tramo del mismo donde se desviaba superando un saliente de la pared montañosa para esquivar una corriente incomoda, siendo este un paso realmente bello, al caminar entre el musgo y pequeños arbustos, por la esencia misma del color sin igual que nos rodeaba.

Ni que decir tiene, que esta visita fue realmente un rally fotográfico, donde no quedó rincón alguno a salvo de los objetivos, ni excursionista que posara una y otra vez deleitándose y extasiado ante el espectáculo que nos brindaba la naturaleza.

Finalizado el paseo, apenas sin recuperarnos de las emociones, surgió un grupito de entre nosotros, liderado por El Boss, con unas bolsas en las manos portando los regalos que como gesto de agradecimiento de todo el grupo, se les entregó a la guía y al chofer por su excelente trabajo y entrega.

Con una gran sorpresa y palabras de enorme gratitud por el inmerecido detalle, Javier Miguel recibía también nuestro regalo como reconocimiento a su importante y desinteresada colaboración en la exitosa gestión del viaje.
José Luis R. Rubiales

FOTOS

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