jueves, 29 de septiembre de 2022

Excursión 652: De Margarítes a Eleutherna. Creta

FICHA TÉCNICA
Inicio: Margarítes. Creta, Grecia
Final: Eleutherna. Creta. Grecia
Tiempo: 2 a 3 horas
Distancia: 5,6 Km 
Desnivel [+]: 294 m 
Desnivel [--]: 225 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: No/No
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 25

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Empezaré diciendo que acabo de leer la crónica de Paz de nuestra primera excursión por Creta y, visto el nivelazo, ya aviso a los lectores que deben conformarse con bastante menos. Ahora bien, haremos lo posible por emular a Paz hasta donde podamos.

Esta jornada la comenzamos con unas vistas de lujo sobre el puerto de Eraklion mientras desayunábamos en el hotel, con la isla de Dia perfilada sobre el mar de Creta. Buen augurio si no fuera por el anunciado pronóstico de calor intenso en las horas de caminata.

Partimos en autobús de Heraklion siguiendo la costa en dirección oeste por la carretera principal, asombrándonos de la naturalidad con que el tráfico discurre por ella sin tener en cuenta para nada la señalización: El arcén es un carril más y la línea continua está de adorno.

Tomamos después un desvío para adentrarnos hacia el sur, atravesando “territorio salvaje” (se cuenta de vendettas y persecuciones atrabiliarias). Así llegamos al pintoresco pueblo de Margarites, al norte del macizo del Psiloritis.

Es ésta una población donde tradicionalmente se ha practicado la alfarería debido a la calidad de la arcilla que abunda en el entorno. Ofrece testimonios arquitectónicos del pasado veneciano de Creta y se halla recostada en una ladera y elevada sobre una de las innumerables gargantas que abundan en la isla: El cañón margaritano.

Para afrontar la calurosa jornada que se avecinaba, Bea, nuestra guía, nos había preparado dos sorpresas, ambas de agradecer: Por una parte, íbamos a acortar la marcha prevista en unos cuantos kilómetros, llegando solo hasta el pueblo de Eleutherna. Por otra, nos regaló la consumición de un café frío típico cretense en una terracita sombreada en el pueblo; algunos preferimos té de campo, también propio de Creta, o zumo de naranja.

Tras ello visitamos uno de los talleres y tienda, donde se ofrecían productos cerámicos inspirados en la mitología y tradición de la isla; fue interesante comprobar cómo era un tintero a prueba de vuelcos, diseñado en su momento para usar en las escuelas, y cómo se elaboraba en el torno un salero a su imagen.

Después de pasear un rato por el pueblo, iniciamos la marcha, con la excepción de Isabel, de quien nos aprovechamos para encargarle la tarea de acarrear las compras hasta el autobús.

Empezamos descendiendo por la pendiente del cañón entre pedrolos, al ritmo marcado por Bea, que ejercía de boss como si fuera el mismo Antonio.

Llegados al fondo, tras cruzar un puente, subimos por la otra ladera escoltados por típica vegetación mediterránea, entre la que llamaba especialmente la atención un bosquecillo de cipreses. Ya en lo alto y bien asolanados, tomamos una carreterilla bordeada de vetustos olivares situados en parcelas separadas por muros de piedra.

Se prodigaban también las higueras, ya sin higos, y destacaban de cuando en cuando algunos granados pletóricos de frutos maduros o a punto de madurar. De trecho en trecho, amplias vistas sobre el horizonte permitían vislumbrar las cumbres de las montañas.

En un momento dado, observamos a nuestra derecha un olivar limpio de maleza dentro del cual parecían comenzar a emerger los cimientos de construcciones antiguas; probablemente, el inicio de una de las muchas excavaciones que Creta reserva para el futuro.

Más adelante, Bea nos señaló un pequeño desvío hacia un olivo milenario; era impresionante: No exagero si digo que su diámetro podría tener 6 ó 7 metros. Se le estima una edad de unos 2.500 años. Se le conoce como “Gre Ele”, que viene a significar algo así como “Viejo Olivo”. Algunos estuvimos contemplándolo tanto rato que nos quedamos algo rezagados.

Al poco, la carretera atravesaba las ruinas de lo que parecía una pequeña aldea abandonada, donde aún se conservaban algunos muros con arcos de estilo veneciano.

En este lugar, crecían un par de granados que ofrecían algunos frutos accesibles desde la carretera, así que probamos uno de ellos y era tan dulce y refrescante que no pude ceder a la tentación de guardar otro par de ellos en la mochila para más adelante.

Tomamos un atajo por un caminito y llegamos a un pequeño cementerio con una capilla de considerables dimensiones. Un pequeño trecho más por carretera, desde donde ya se atisbaban las excavaciones de Eleutheria, y nos desviamos a la izquierda para descender por la ladera de un valle.

En la parte baja, a la sombra de unos olivos, nos reagrupamos y descansamos un rato. Aproveché para sacar las dos granadas de la mochila y ofrecer pequeñas porciones. La primera, ya con la corteza entreabierta, estaba exquisita; la segunda, no tanto.

Reiniciamos la marcha cruzando un arroyo y a pocos metros apareció entre la vegetación un pilón repleto de agua al que caía un chorro fresco proveniente de una tubería de plástico dejada allí como por descuido. Varios de nosotros no lo dudamos un momento y repetimos la escena del día previo remojándonos de lo lindo.

Tocaba ahora una subidita, pero nada más empezarla nos topamos con un yacimiento arqueológico en proceso de excavación: Se trataba de una basílica paleocristiana inmersa en lo que ya bien podían ser los restos de la antigua ciudad de Eleutherna.

Subiendo por la senda se podían apreciar a vista de pájaro los basamentos, algunas columnas y los vestigios de anchos muchos de piedra. Llegados a lo alto, nos encontramos con un grupo de trabajo de la universidad de Rethimno que estaba excavando pacientemente la parte alta de la ciudad (la acrópolis); allí, entre vetustos olivos retorcidos, emergían áreas de la excavación en las que ya se descubrían estructuras constructivas y se adivinaban trazados urbanos.

Era curioso ver cómo un joven estudiante de arqueología, con el que intercambiamos algunas palabras, se aplicaba con esmero, con una pequeña espátula y una brocha, en ir desmontando en capas cada centímetro de tierra.

Aunque se han encontrado vestigios en Eleutherna del periodo minoico tardío (siglo XII a.C.). la ciudad se desarrolló ya bajo el dominio griego, a partir del siglo X a.C.. En el siglo I a.C. fue conquistada por los romanos, continuando habitada hasta la época bizantina. Así que, en la antigua ciudad y su entorno, podemos encontrar multitud de testimonios arqueológicos de todos estos periodos históricos.

Cabe mencionar, como especialmente significativo de la cultura de la edad oscura (siglos XII a VIII a.C.) y la época arcaica griega (entre los siglos VIII y VI a.C.), el hallazgo en la cercana necrópolis de Orthi Petra de vestigios de una pila funeraria con indicios de sacrificios humanos asociados al funeral de alguna importante personalidad.

En este sentido, existe un paralelismo asombroso con el pasaje de la Iliada en que Homero narra la cólera de Aquiles tras la muerte de su amigo Patroclo y el subsiguiente sacrificio de varios enemigos en la pira funeraria del amigo perdido.

Animados por Bea, continuamos la marcha un corto trecho hasta llegar a las impresionantes cisternas romanas, que con su frescor hicieron muy apetecible la hora del bocata.

Estas cisternas, de 2.000 años de antigüedad y hasta 40 metros de anchura, están excavadas en la parte alta del páramo bajo la capa calcárea superior del mismo; se sostienen gracias a los restos no excavados del mismo material, que hacen de columnas. Asociado a ellas, existía un acueducto del que queda apenas el trazado.

Continuamos la marcha bordeando la fortaleza defensiva del periodo helenístico y que continúo en uso en el periodo bizantino (en total desde el siglo IV a.C. hasta el siglo VII). Su torre vigía sería luego muy visible desde nuestro destino.

La senda descendía hasta confluir con la carretera que subía desde el valle y siguiéndolas llegamos al pueblo actual de Eleutherna. Allí, en una placita arbolada, nos esperaba la cervecita; y también nos esperaban Isabel y Costas, el conductor del autobús, que estaban dando buena cuenta de una suculenta comida en una de las mesas.

Tras el descanso reparador, nos dirigimos en el autobús hasta el cercano monasterio ortodoxo de Arkadi, ubicado en una fértil explanada a los pies del Psiloritis.

Este macizo presenta la cumbre de mayor altitud de la isla, con 2.456 m. Según la mitología, en una de sus cuevas Zeus fue escondido por su madre, la titánide Rea, para protegerlo de su padre Cronos, que acostumbraba a devorar a sus hijos como si tal cosa; allí creció Zeus protegido por genios y otros seres hasta bastarse por sí mismo para empezar a liarla.

A lo que íbamos: En un lugar sombreado del exterior del monasterio, Bea nos contó su historia, así como los trágicos sucesos acaecidos en él en 1866 durante una de las muchas rebeliones producidas en la isla contra la ocupación turca; también nos proporcionó unas breves pinceladas sobre la separación de la iglesia ortodoxa de la romana y sobre la diferencia entre las creencias y ritos ortodoxos y católicos.

Todo muy interesante. Lo que me causó más impresión fue el relato de cómo 964 personas, incluidas mujeres y niños, sucumbieron, en su mayoría autoinmolados, como resultado de la represión turca. 

Después nos adentramos en el monasterio y visitamos distintas dependencias, incluido el recinto donde se produjo la explosión provocada por los refugiados de 1866 para no caer en manos de las tropas turcas.

Ya a media tarde nos dirigimos en el autobús por carreterillas imposibles para penetrar en el fértil valle de Amari hasta el bonito pueblo de Gerakari. Es éste un pueblo singular, situado en lo alto del valle entre el macizo de Psiloratis y el de Kedros, cuyas cumbres desnudas resaltan contra el cielo a este y oeste.

Allí nos esperaba un espléndido hotel con piscina y un ambiente muy acogedor y recoleto. Todo el pueblo en sí, incluso sus habitantes, translucían paz y sosiego; los niños jugaban en las calles mientras los adultos apuraban las últimas horas de la tarde charlando relajadamente en el exterior de las tabernas. 

En una de ellas, Apsida, cenamos todos juntos disfrutando una vez más de la gastronomía griega. Tras ello, con la esperanza de escuchar un concierto de lira, muchos continuaron la marcha en otra de las tabernas del pueblo; se quedaron sin concierto pero, por lo que contaron, les mereció la pena, ya que todos ellos se hacían lenguas del sabor ancestral de unos tomates que allí consumieron.

Después de tan larga perorata, no tengo más remedio que otorgarle 5 sicarias a la marcha realizada.
Melchor

Πηγή: ⭐ Travel Guide for Island Crete ⛵, Greece❗ - Gre Ele olive tree at Kato Tripodo cretanbeaches.com
https://www.cretanbeaches.com/en/flora/monumental-trees/monumental-ancient-olive-trees/gre-ele-olive-tree-tripodo


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