miércoles, 2 de marzo de 2022

Excursión 607: Mina de plata de Bustarviejo y Cabeza de la Braña

FICHA TÉCNICA
Inicio: Bustarviejo
Final: Bustarviejo
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 13,2 Km 
Desnivel [+]: 615 m 
Desnivel [--]: 615 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 45

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

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RESUMEN
- “Escribes bien o mal??”, me espetó Antonio al acercarme a su lado, nada más empezar a andar.

- “Eh, Uh, … Regular…” alcancé apenas a balbucear.

- “Pues te toca hacer la crónica de la excursión”, sentenció.

¡Y en estas me veo, para celebrar mi sexta excursión y mi estrella blanca como senderomago!, con todos los derechos (sean estos los que fueren, como recuerda siempre mi vecino y estadístico oficial, José María).
La verdad es que, con un tiempo bastante soleado, aunque todavía fresco en esas primeras horas de la mañana, el día y el lugar se presentaban magníficos para andar. Congregados en la Fuente del Collado, poco antes de llegar a Bustarviejo, al pie de Cabeza Arcón, los 45 senderomagos iniciamos la ruta ascendente hacia el molino de la Mina, ya visible en lo alto casi desde el inicio.

La cuesta de la Plata es bastante empinada, pero con buen ánimo, las piernas frescas y un sendero pedregoso pero amplio, se hace sin mayores dificultades. Del molino, que servía para un primer triturado del mineral extraído, solo se conserva la torre, restaurada hace unos años.

La Mina Mónico, como se la llamaba, es realmente bien antigua, de mediados del siglo XVIII, pero continuó en explotación hasta hace no tanto, comienzos de los años 70 del pasado siglo, según dice un cartel informativo y demuestran los restos de mineral acumulados en grandes montoneras.

La pureza del mineral no era mala, del 1%, y para la extracción del preciado metal se usaban técnicas de compresión, calentamiento y lavado del mineral. Así lo atestiguan aún los restos visibles de una trituradora giratoria primaria (o Cono Simons para los entendidos), de vagonetas, y de una machacadora de mandíbulas (de piedra claro, aunque desconocemos si eran de simple o de doble efecto).

La boca de la mina propiamente dicha está cerrada, aunque hay fuera un plano de sus galerías. Así que allí mismo, al pie de la torre, inmortalizamos el momento con la correspondiente “foto de familia”.

Antes de proseguir la subida hacia Cabeza Braña cuatro de nuestros más ilustres senderomagos -Jose María, Leonor, Nicolás y Marcos- optaron por un camino alternativo más benigno hacia el puerto de Canencia, con la idea de reunirnos allí y comer juntos. Sin embargo, el plan fracasó, como es fácil que suceda en este tipo de situaciones, de modo que nuestros compañeros, tras un bonito caminar entre fuentes y dólmenes, acabaron comiendo su correspondiente bocata sin más compañía que las de unas amistosas lagartijas que por allí tomaban el sol, según relatan.

El grupo principal, mientras tanto, siguió la empinada, estrecha y rocosa senda que, en paralelo a un bonito arroyo, llamado del Valle, nos acompañó toda la subida hasta el Collado de Hernán García, donde ya se nos hizo la hora del “ángelus” y del correspondiente tentempié. Pero la cuesta hasta Cabeza Braña no acababa ahí, así que tocó seguir subiendo hasta coronar ese monte de nada menos que 1.774 metros de altura. La vista desde ese punto sin duda merecía la pena, con todo el perfil de la “Cuerda Larga” aún con manchas de nieve y Peñalara hacia la derecha y con los inconfundibles riscos superiores de la Pedriza un poco más a la izquierda.

Tras solazarnos con el bonito paisaje continuamos un buen trecho bordeando el monte, ya de caída, hasta su otra vertiente, donde se nos apareció el valle del Lozoya en toda su magnitud, con el embalse de Río Sequillo y los Montes Carpetanos de fondo.

Un poco más adelante, en otra zona nuevamente más plana y verdosa, llamaban la atención, en el suelo, unas bonitas florecillas, de color ligeramente violáceo.

El amigo Melchor, con quien caminaba en ese rato, me contó que se las conoce por el nombre de “robameriendas”. Al parecer se trata de una flor que brota sobre todo en el otoño y que, al marcar para los pastores y caminantes el declinar de las horas de luz, señala también la conveniencia de no detenerse para merendar y aprovechar ya para una buena cena temprana al llegar a casa. Pero también florecen, aunque de manera menos acentuada, y por eso las vimos, al comienzo de la primavera.

Luego la bajada se acentuó, y ya entre pinos, bordeando una valla y atravesándola unas cuantas veces para evitar las partes más pedregosas, continuamos por el Hueco de los Cortados hasta Collado Hermoso, donde tocó devorar los correspondientes bocatas. Mientras comíamos muchas de las conversaciones giraban en torno al espanto de la invasión de Ucrania por Putin, y al miedo de toda esa pobre gente rodeada de repente por tanques y bombas. Ojalá que acabe pronto, y de la mejor manera posible, ese desastre. Claro que también hubo tiempo para hablar, con Antolín y Melchor, de otros temas, como la revuelta del Rif comandada por Abd el-Krim, y del destierro de este y su muerte a comienzos de los años 60 en El Cairo, donde está enterrado.

El reanudar de la marcha nos llevó, tras superar una pequeña zona de rocas, a una pradera llana y húmeda en la que destacaban unas lagunillas, ¡bien bonito paisaje ese!

Después, tras llegar a La Retuerta, se nos abrió la vista de Madrid a lo lejos y Miraflores a la derecha, con los correspondientes equilibrios y fotos sobre el precipicio rocoso de los más audaces. 

Luego enfilamos nuevamente la bajada en amable conversación, en mi caso con Begoña, ilustre representante segoviana. Así que el camino se hizo ya muy corto hasta llegar nuevamente al lugar de partida.

Sin duda que el buen día, lo curioso de la Mina de Plata, los bonitos paisajes recorridos y la grata compañía hacen merecedora a esta excursión de una puntuación muy alta. Solo no habernos reencontrado con nuestras cuatro “estrellas fugaces” impide otorgarle la nota máxima, así que la calificamos con 4,5 sicarias.
Luis Orgaz


FOTOS

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