domingo, 2 de octubre de 2022

Excursión 654: De Playa Krios a Playa Elafonisi. Creta

FICHA TÉCNICA
Inicio: Playa Krios. Creta
Final: Playa Elafonisi. Creta
Tiempo: 2 a 3 horas
Distancia: 9,4 Km 
Desnivel [+]: 248 m 
Desnivel [--]: 230 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 23

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta







TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Con la puntualidad que nos caracteriza, partimos del hotel de Chania a las 8:30 para, tras dos horas de viaje en bus, llegar al inicio de la ruta de hoy, la cuarta de nuestra aventura: la playa de Krios, prácticamente vacía. Dejamos atrás la playa para subir por la empinada ladera de la costa siguiendo el trazado del sendero europeo de gran recorrido E4.

El E4 es la ruta de senderismo más larga de Europa, con una longitud total de 10.450 km, que transcurre de oeste a este, que comienza en Portugal y pasa por España, Andorra, Francia, Suiza, Alemania, Austria, Hungría, Rumania, Bulgaria, Grecia (Creta) y termina en Chipre. (Me pregunto cómo un mismo sendero puede interrumpirse en el continente para luego continuar por una isla). En España, el E-4 coincide con el GR-7, como también lo hace en buena parte de su recorrido en Francia.

Esta etapa del E4 discurre por la zona sur de la isla, de oeste a este, aunque nosotros hicimos nuestra parte del recorrido al revés. Curiosamente, en nuestra segunda excursión pisamos parte de este sendero sin saberlo.

El día se presentó más bien caluroso, sin embargo, la suave brisa, unas veces, y el fuerte (y a veces muy fuerte) viento, otras, hizo mucho más tolerable la aridez del terreno y la ausencia casi total de arbolado y sombra.

Finalizada la abrupta subida, tocaba abrupta bajada, que nos llevaría a la llamada playa Viena, donde nos daríamos nuestro primer baño. Se trata de una pequeña cala plagada de rocas de gran tamaño y restos de lo que fue un antiguo centro de culto.

Según puede leerse en el cartel informativo que allí mismo se encuentra, los restos están diseminados tanto en la playa de arena como cubiertos por el mar.

Hoy en día pueden verse los cimientos de fuertes muros y algunos fragmentos dispersos de columnas monolíticas. El fondo también es bastante rocoso, propicio para cortes y raspaduras, así que nos dimos un rápido chapuzón y continuamos camino hacia la siguiente playa.

El sendero discurre muy próximo a la costa, aunque en ocasiones asciende hasta el borde de los acantilados debido a las rocas del litoral. En estas zonas elevadas, plagadas de guijarros, es cuando conviene prestar la máxima atención dónde se ponen los pies. También son estas elevaciones las más propicias para detenerse y admirar la belleza del paisaje.

Gracias al fuerte viento, las olas del mar se adornan con crestas de espuma blanca. Si a esto añadimos la ausencia total de edificaciones, carreteras, pistas…, la paz que respira es infinita.

Por cierto, me contaron en cierta ocasión que los colores blanco y azul de la bandera griega se deben precisamente a estas formaciones de espuma blanca sobre el azul del mar.

La verdad es que no he contrastado la veracidad de esta historia, no sea que alguien me la desmienta y a mí ésta me parece perfecta.

Tras recorrer unos 5 km, llegamos a la preciosa playa Taddes. Se trata de una zona naturista, donde el público puede tostarse tranquilamente al sol, tranquilidad sólo interrumpida por la llegada de más de una veintena de senderistas como los que por allí pasamos.

Tras el baño en sus cristalinas aguas, aprovechamos para tomar el bocadillo a la sombra de los múltiples enebros.

Mientras dábamos cuenta del tentempié, resultaba inevitable observar la delicada tarea de uno de los nudistas que se afanaba en colocar rocas unas encima de otras sobre un gran peñasco, arte en el que las rocas se equilibran naturalmente sin adhesivos ni soportes que les ayuden a mantenerse.

Ataviados de nuevo para seguir la ruta, nos pusimos en marcha para llegar a la cercana playa de Kedrodasos, más larga y concurrida que la anterior.

El E4 continúa por una incómoda zona de pequeñas dunas, enebros, sabinas y matorral diverso, para unos seiscientos metros más adelante volver a convertirse en la habitual senda árida y pedregosa que nos llevaría hasta, esta vez sí, muy concurrida playa de Elafonisi y final de ruta.

También es conocida como el “Caribe del Mediterráneo” por su arena blanca con matices rosa y turquesa de sus aguas. Justo enfrente se encuentra la pequeña isla de Elafonisi a la que se puede acceder por un istmo formado por una estrecha franja de arena, que en ocasiones está cubierta por agua, pero cuya profundidad no suele sobrepasar las rodillas y que algunos senderomagos no dudaron en atravesar.

Tras las reparadoras cervezas de rigor en el chiringuito playero, nos dirigimos al autobús que nos esperaba allí mismo para llevarnos de regreso al hotel.

Cuatro sicarias le doy a esta bonita excursión.
Fernando Díaz-Hellín S.

FOTOS

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