martes, 4 de octubre de 2022

Excursión 656: Garganta de Aradena. Creta

FICHA TÉCNICA
Inicio: Aradena. Creta
Final: Playa de Mármara. Creta
Tiempo: 2 a 3 horas
Distancia: 5,8 Km 
Desnivel [+]: 15 m 
Desnivel [--]: 610 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 26

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Tras desayunar en el pueblo de Anópolis, donde habíamos pernoctado, iba a comenzar nuestra última ruta por tierras cretenses. Sería la primera vez en que hiciéramos todos juntos, sin ninguna baja, el camino. Así que era el momento de despedirnos de la isla disfrutando y, como escribió el poeta griego Kavafis en su poema Ítaca, esperando que el trayecto fuera “largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias…”

Pero algún dios malintencionado, quizá Dolos, pretendiendo estropear el momento escondió la cartera de Melchor, en la que se encontraba la documentación necesaria para regresar a España. 

Comenzó entonces una búsqueda frenética por parte de algunos miembros del grupo, que, capitaneados por Beatriz, hicieron pesquisas, registraron cada rincón del restaurante donde habíamos realizado la cena de despedida y llevaron a cabo, en los cubos de basura que contenían los restos del banquete, una ardua labor de separación de residuos digna de los más concienzudos trabajadores de Ecoembes. 

Afortunadamente, las malas intenciones del diosecillo y su torpeza a la hora de esconder la cartera (no se le ocurrió nada mejor que hacerlo en el neceser de su propietario) chocaron con la sabia búsqueda de Rosa, poniendo así fin a la broma pesada.

Después de algunas burlas injustas a Melchor, en las que no se tuvo en cuenta que él no había sido más que una víctima del tal Dolos, era el momento de iniciar nuestra ruta.

Para ello debíamos llegar al punto de partida de la misma, el pueblo abandonado de Aradena. Y, a falta de medios de transporte convencionales, lo hicimos a bordo de pick ups con cierto tufillo a cabra. Los dioses seguían burlándose de nosotros.

Comenzamos la ruta tras admirar el puente que une, a la altura de Aradena, ambas márgenes de la garganta que íbamos a recorrer. Una especie de escalera zigzagueante, tallada por los antiguos habitantes de la zona, nos condujo al fondo del desfiladero. Iniciamos entonces el recorrido por el interior del mismo entre imponentes paredes, fruto de una erosión implacable.

Un estruendo repentino hizo que los más impresionables pensáramos en un posible enfado sísmico de Gea. Por fortuna, se trataba del sonido de los vehículos atravesando el puente de hierro. La diosa no se sentía molesta con nuestra presencia.

El camino era a veces cómodo; otras, dificultoso, a causa de grandes rocas desprendidas, que debíamos salvar ascendiendo y descendiendo por ellas con mayor o menor pericia. En algunas ocasiones, era preferible evitar estos obstáculos trepando por las propias paredes de la garganta, adecuadamente talladas.

Pero, en esos momentos, no nos aportaba mucha tranquilidad comprobar que incluso la agilidad atribuida a las cabras para escalar y alcanzar las cimas más inaccesibles no era infalible, ya que en el camino los restos de sus cadáveres eran tristemente visibles.

El intento de mantener un grupo compacto a lo largo del recorrido se vio continuamente entorpecido por los obstáculos que la naturaleza nos presentaba y por los continuos posados fotográficos con los que intentábamos inmortalizar el momento.

Finalmente, después de tres horas y media, llegamos a la playa de Mármara, desembocadura y perfecto broche de una de las más impresionantes gargantas cretenses. Los dioses nos recompensaron entonces con aguas cristalinas de temperatura perfecta en las que bañarnos y hermosas cuevas marmóreas que visitar. Pero algunos mortales prefirieron refrescarse haciendo libaciones en el chiringuito y conformándose únicamente con la contemplación a distancia del regalo divino.

Tras poco más de una hora de disfrute, tomamos un pequeño barco que nos condujo al hermoso pueblo azul y blanco de Lutró, cuyo nombre significa en griego “baño”, aunque también podía haber significado “comida”, porque de ambas actividades disfrutamos allí. No todo puede ser andar, aunque el grupo sea senderista.

Y otra vez los dioses fueron benevolentes: Poseidón y Eolo relajaron su proverbial furia y nos brindaron una agradable travesía por el Mar de Libia en otro barco que nos condujo a Sfakiá, donde nos esperaba el autobús que nos llevaría a Chania.

Fue, en definitiva, una jornada espléndida, en buena compañía, en la que disfrutamos de un camino variado, “lleno de aventuras, lleno de experiencias…”, se merece las 5 sicarias.
Charo García

FOTOS

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