miércoles, 9 de noviembre de 2022

Excursión 665: Foya del Ingeniero y Hayedo de Gamueta

FICHA TÉCNICA
Inicio: Refugio de Linza
Final: Refugio de Linza
Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia: 9,7 Km 
Desnivel [+]: 382 m 
Desnivel [--]: 382 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4,5
Participantes: 7

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RUTA EN RELIVE
Ver esta ruta en Relive

RESUMEN
Es nuestro tercer día en Pirineos y el tiempo no tiene pinta de mejorar, así que, tras barajar distintas alternativas que Juan mantiene en secreto hasta el último momento, vamos a adentrarnos en el valle de Ansó, desconocido para varios de nosotros, llegando hasta la misma cabecera del valle para, una vez allí, procurar realizar en lo que nos convenga una de las rutas previstas inicialmente de ascenso hasta el collado de Ansó o de Petrechema.

La carretera entre Hecho y Ansó sorprende por su excelente trazado y estado de conservación.

En un pispás superamos el puerto entre los dos valles y atravesamos una cresta de la montaña adornada con unos hermosos picachos que parecen obra de duendes. Enseguida atravesamos el pueblo de Ansó y, siguiendo las sinuosidades del río Veral, nos vamos internando por el valle, que va convirtiéndose en un estrecho cañón de escarpadas y altísimas paredes pobladas de hayas que, ante la ausencia del Sol, procuran lucir plenas los colores del otoño.

Por momentos, la carretera discurre por el hayedo como si fuera un túnel tapizado de tonos ocres. El valle se abre al llegar a Zuriza y se vuelve a estrechar para finalmente allegarnos a las explanadas de Plano de la Casa y Linza. En el amplio aparcamiento junto al refugio del mismo nombre dejamos los vehículos.

La neblina en las cumbres y la humedad del ambiente dan un tono nostálgico al paisaje, que se acrecienta por la ausencia de gente en el entorno (sólo hay aparcados un par de vehículos más). Podemos imaginar, y algunos recordar, cuánta actividad se desarrolla en el lugar en el buen tiempo o cuando la nieve permite la práctica del esquí de fondo, una de las atracciones del lugar.

Comenzamos a andar por un sendero adaptado que nos conduce a través de un hayedo hacia el barranco de Petrechema. Vamos pisando las hojas siguiendo el curso del arroyo (aquí ya el río Veral ha perdido su nombre) en un cómodo paseo que pronto se torna en un acusado ascenso por la margen izquierda del arroyo hasta alcanzar una pista algo embarrada debido a las recientes lluvias. Este tramo es más despejado pues bordea el hayedo y permite contemplar en parte las lomas de Linza a nuestra izquierda e incluso ofrece la vista de una cascada.

Como cabía esperar, empieza a llover. Hay que sacar la indumentaria correspondiente de las mochilas y proceder en consecuencia. Apenas lo hemos hecho, los diosecillos juguetones deciden que cese la lluvia, así que algunos volvemos a parar para iniciar más cómodamente la nueva pendiente de subida por el barranco. Por supuesto, vuelve a llover, así que más vale hacerse a la idea y disfrutar de lo bueno que se nos ofrece.

Nos internamos de nuevo en el hayedo, respirando la fragancia del bosque mojado. Pasado el tramo en cuesta, penetramos en una zona despejada que simula el vientre de un gran navío entre montañas, el Barcal de Linza. Pero toca seguir ascendiendo; ahora la senda discurre malamente entre piedras angulosas y barro.

Superado el repecho, llegamos al borde de un gran circo, donde bien podría haberse formado un ibón de no ser por la naturaleza kárstica del terreno.

En realidad, estamos ante una gigantesca dolina, poblada en parte por abetos y enmarcada en la falda del cordal que separa la depresión de Linza de las de Lescún y Acherito. Se la conoce como Foya (Hoya) del Ingeniero. El porqué del nombre es un misterio para mí que no he conseguido desvelar.

Desde aquí se atisba la senda que asciende en curva por el circo hasta… la niebla. Ante este panorama, y tras una “consulta democrática”, se decide variar de estrategia, para lo cual Juan improvisa (o quién sabe si ya ha preparado) una alternativa. Como primer objetivo nos proponemos llegar al refugio de Petrechema para tomar allí un refrigerio. Ello nos obliga a desandar parte del recorrido anterior y tomar luego un camino enlodado (a estas alturas parece que no hay ninguno que no lo esté) para ascender hasta una planicie despejada en la que se halla el refugio.

El refugio está algo maltratado, pero ofrece buenas vistas desde el exterior, aún en el día de hoy, y nos vale para descansar un rato mientras tomamos algo y alguno nos desembarazamos de cierta prenda que nos sobra, aunque sea a costa de embarrarnos por dentro, mojar a los demás y montar un numerito; menos mal que la paciencia es una de las cualidades que nunca falta en el grupo.

En el refugio, además, se desarrolla una escena inédita: De pronto, una araña de considerable tamaño se descuelga desde el techo hasta la mesa donde comemos.

A Juan le llama la atención su aspecto y se empeña en sustentarla sujetando el hilo del que cuelga, mientras Flor, como si estuviera poseída por el espíritu de San Antonio, le ofrece con mimo su mano para que se asiente en ella.

Tras unas cuantas fotos, dejamos a la araña en su ambiente y seguimos camino.

Bajamos con cuidado por la empinada y resbaladiza ladera hasta alcanzar la pista que habíamos tomado esta mañana, desandando el camino que habíamos traído.

Pero esta vez, en vez de regresar al refugio de Linza, la continuamos hasta el desvío que se toma para seguir por la senda Camille, de tan gratos recuerdos para algunos.

Así, trabajosamente, subimos hasta el Achar (Paso) del Salto del Caballo, una brecha en la cresta de la montaña que nos da acceso al hayedo de Gamueta. Este hayedo, a decir de quien conoce el lugar, es de los mejor conservados del Pirineo ya que no ha sufrido apenas la intervención humana.

La verdad, es una delicia pasear por él; únicamente podríamos ponerle una pega: Un inoportuno resbalón puso fin a la inmaculada presencia de nuestra Flor.

Atravesado el hayedo, desembocamos en una amplísima pradera, hermosa por su extensión y su relieve, que nos permite descender alegremente hasta el Plano de la Casa. Desde aquí, ya solo tenemos que seguir una senda entre la carretera y el río para llegar al refugio de Linza. Algo mojados pero muy contentos, entramos en el refugio, cuyo amplio comedor es casi en su totalidad para nosotros, y allí nos asentamos para, olvidándonos del bocadillo que aún permanece en las mochilas, darnos un festín de garbanzos, caldito caliente, huevos fritos, chistorra…; todo ello servido con amor de madre por una joven encantadora que regenta el lugar.

Como guinda para redondear el día, paramos de vuelta con los coches en el precioso pueblo de Ansó, todo reluciente de la piedra mojada que reviste sus casas y sus calles solitarias.

Voy a otorgar una calificación de 4’5 a esta ruta porque eché de menos las vistas de las cumbres y el solecito, pero tengo que reconocer que, de haber sido así, nos habríamos perdido parte de la experiencia vivida, de tan agradable recuerdo.
Melchor

No hay comentarios:

Publicar un comentario