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RESUMEN
¡!!Disfrutad todo lo que podáis y seguid enviando fotos de esas bonitas excursiones que ha planificado Luis!!!!
Nosotros, en la ruta de hoy vamos a visitar las dos zonas arqueológicas más interesantes de la sierra de la Cabrera. Aunque el punto de comienzo está ubicado en el término municipal de Valdemanco, nuestros dos objetivos principales se hallan dentro del término municipal de La Cabrera: el Castro Arévaco y la tumba del Moro.
Como es habitual habíamos sido citados a las 10:30h. Pero antes de llegar, ya algunos compañeros nos avisaron que habían tenido problemas para salir de la capital y que por tanto se demoraría su llegada. Lo que en un principio iban a ser 10 minutos de retraso, fue incrementándose hasta casi 25. Parece ser que el GPS se volvió loco y también aportó su granito de arena a esta demora. ¿o será que los que se enredaron fueron los que lo manipulaban? No sé, a saber.
Desde el mismo aparcamiento tomamos a nuestra izquierda, la senda marcada con pintura roja y blanca del Sendero de Gran Recorrido GR-10, en dirección a la población de la Cabrera. Este sendero transita por la vertiente sur de su cordal montañoso, el segundo conjunto granítico más grande de la Madrid, después de la Pedriza de Manzanares.
Este primer tramo es de ligero ascenso hasta un pequeño colladito, desde donde ya tenemos la primera vista del Cerro de la Cabeza y del collado por el que se accede al mismo.
Sin entretenernos mucho más, enfilamos una pequeña bajada, con algún tramo descarnado por las torrenteras y por el paso de vehículos motorizados de dos ruedas, antes de acometer la subida hacia el Collado de la Cabeza, bajo la atenta mirada de la torre de Valdemanco.
Una vez ganado el collado, nos encontramos con dos motos todoterreno que transitaban por el GR. Muchos nos preguntamos ¿pero esta actividad no está prohibida? ¿Cómo es posible que tanto en esta zona como en el cercano cerro del Pendón nos encontremos los fines de semana y a diario, motos por todos los senderos, erosionando el terreno y destrozando los caminos a pesar de los carteles que prohíben expresamente el paso de vehículos motorizados? En fin, por lo menos en este caso fueron bastante respetuosos.
En este punto, teníamos intención de desviarnos hacia el sur por un pequeño sendero y atacar el cerro por su cara oeste. Pero esta primera cuestecita, porque era una cuestecita, ya hizo mella en alguno, que pensaba que por ser facilita la ruta de hoy, no iba a tener subidas.
Se trata de un bonito sendero que sin complicación y en ligero ascenso se va aproximando a la base del cerro, entre rocas y jaras. Un poco más adelante vemos, a nuestra izquierda, el camino hitado, que luego vamos a utilizar para descender hacia la dehesa de Roblellano.
Según nos aproximamos al cerro, vamos ganando poco a poco altura, pero sin mayor complejidad ya que caminamos por un sendero muy transitado. En pocos minutos llegamos a la parte inferior del Castro Celta-Arévaco, donde se pueden apreciar de forma difusa restos de posibles viviendas, y de lo que parece ser una muralla que protegía el emplazamiento.
Hay que indicar que los restos que podemos encontrar en el castro del Cerro de la Cabeza no están manipulados, ni se encuentran paneles informativos, En ellos no se han realizado ningún tipo de actuación, por lo tanto, no esperemos encontrar en esta zona castros reconstruidos ni nada similar. Los restos que se pueden ver son en su mayoría agrupamientos circulares de piedras y rocas que nos permite tener una pequeña idea de lo que pudo ser en su día este asentamiento.
En tiempos inmemoriales, aquí se establecieron un grupo de arévacos, uno de los pueblos celtas que poblaron esta zona.
Como se puede apreciar no eligieron mal emplazamiento, ya que se trata de una zona oculta a la vista de sus potenciales enemigos, al abrigo del cerro, y protegido por sus grandes rocas y su escarpada cara sur, lo que seguramente facilitaba su defensa y con amplas vistas hacia las dehesas que lo rodean. Dedicaban la mayor parte de su tiempo a la agricultura y en guerrear con todos aquellos que se les pusieran a tiro.
El sendero finaliza unos pocos metros más adelante, en una gran roca lisa con varias pilillas, que hoy están llenas de agua de las recientes lluvias. Su ubicación constituye una atalaya inmejorable con magníficas vistas.
Hacia el norte podemos ver la Sierra de la Cabrera, donde alcanzamos a distinguir el Cancho Gordo, su punto más elevado, donde también hubo otro asentamiento, el Risco del Fraile y el Cancho Largo, debajo del cual se encuentra el convento de San Antonio erigido entre los siglos XI y XII. A su derecha se llega a intuir la subida hacia el collado Alfrecho. Si recorremos con la vista más hacia el este su afilada silueta pasa por varias agujas hasta llegar al pico más oriental, y quizás más conocido, el famoso Pico de la Miel, y más al este se encuentra el embalse del Atazar escoltado por los cerros de Cabeza Cerugea y el Cancho de la Cabeza. Si dirigimos la mirada un poco más abajo, podemos ver las praderas de la dehesa de Roblellano, donde hoy podemos ver mucha agua y varias charcas estacionales.
Si dirigimos la vista al oeste, podemos ver el cerro del Pendón, con su collado y Cabeza Arcón. Sobresaliendo por encima de este collado, la silueta nevada de la Najarra, y un poco mas allá los ricos de la Pedriza, con el collado de la Dehesilla, a su derecha la Pared de Santillana y Las Torres y a su izquierda Los Fantasmas. También alcanzamos a distinguir el pico de la Perdiguera, y cabeza la Braña.
Al cabo de un rato, volvemos sobre nuestros pasos, hasta la altura de un poste de señalización, para girar a nuestra derecha por un sendero no muy visible al principio, pero marcado con algunos hitos, y vamos al encuentro de la dehesa de Roblellano que vemos más abajo, cubierta de encinas, fresnos y robles y encharcada por todos los lados.
Al principio se transita cómodamente por el sendero, pero un poco más adelante comienza a bajar de forma un poco más abrupta, y ya empiezan a oírse algunos comentarios del tipo, “menos mal que era facilita”. O “vaya con la bajadita”. Joer, que tampoco es para tanto, y si os mete por aquí Antonio, seguro que bajáis todos calladitos y sin rechistar.
Vamos bajando con cuidado y un poco más adelante comienzan a aparecer las marcas de pintura roja de la ruta por la Historia de La Cabrera, un itinerario que une varios rincones emblemáticos de la Cabrera. Estas marcas están realizadas en la cara de las rocas mas visibles en subida, por lo que o el sendero se desvía hacia algún lado, o yo no conseguí ver esas marcas desde el punto donde tomamos el desvío para bajar.
Una vez que nos encontramos a la altura de la dehesa de Roblellano, giramos a nuestra derecha hacia una pequeña puerta-somier muy disimulada, que nos permite superar una valla de alambre. Descendemos entre algunos tramos de piedra y encinas, para desembocar en una gran pradera, prácticamente debajo del Cerro de la Cabeza.
En este punto, alguno echa de menos sus bastones, y retrocede para ir en su busca, esperando que el punto donde los haya dejado no esté muy alejado y no tenga que subir mucho para poder recuperarlos.
En esta pradera encontramos varias fincas, algunas muy bien acondicionadas. Para realizar la espera un poco más amena de los que habían vuelto hacia atrás, el resto del grupo nos dirigimos al otro lado de la pradera, donde nos espera una pequeña sorpresa que sé que va a levantar la curiosidad de más de uno.
Se trata de un vagón vivienda, ubicado entre encinas, y muy bien camuflado. Resulta curioso que, para fijarlo, hayan traído hasta este punto balasto, traviesas de hormigón y railes. Las ruedas de su eje delantero están fijadas mediante un pequeño calzo soldado a los raíles.
Imaginaros, la foto. Todos alrededor del vagón. Uno realizándose fotos delante de la escalera que sube hacia la puerta.
Otro tumbándose sobre los raíles delante de las ruedas e inmortalizando el momento, otro probando los enganches que lo uniría a otros vagones, uno que, si tiene chimenea, otro que dónde tiene las ventanas, otros haciéndose fotos sentados en los topes, etc. Como dice Jorge, al fin y al cabo, somos niños grandes.
Cuando ya vemos que vuelven los rezagados, retomamos la marcha. Ahora nos encontramos muy cerca del segundo objetivo del día, la Tumba del Moro.
Solo resta por seguir las ultimas marcas de pintura rojas que, justo antes de llegar al encuentro de la carretera M-610 que une las poblaciones de Valdemanco y la Cabrera, gira a la derecha y entre un pequeño bosque de encinas, llega al vallado que protege el conjunto.
Este está compuesto por 9 tumbas visigodas y una tumba de origen árabe tallada en la roca y que es la que da nombre al conjunto. Algunas de estas tumbas son simples, pero otras son sepulturas dobles, lo que hace pensar que podía tratarse de enterramientos familiares.
Esta necrópolis data del siglo VII, y posteriormente estuvo situada dentro de la llamada Marca Media durante la ocupación musulmana, en la frontera que separaba los territorios cristianos y musulmanes. Algo sobre este tema ya nos estuvo contando Paz cuando estuvimos visitando las atalayas árabes de Venturada y el Vellón.
Salimos del recinto, y vamos a tomar durante unos 200 mts la carretera M-610 en dirección hacia La Cabrera. Al principio tenemos que ir unos 40 mts por el arcén, pero luego se puede coger un pequeño sendero en el lado derecho que nos evita transitar por la carretera, y unos metros más adelante, si cruzamos de nuevo al lado izquierdo de la carretera, ya podemos tomar un sendero mucho más marcado que conduce a la población de la Cabrera. Cuando llegamos a un cruce evidente, giramos a derechas para de nuevo cruzar la carretera y enfilar el camino de Cabanillas.
Rodeamos el Lanchar de la Condesa donde hay restos de una antigua cantera, y pasada la misma, abandonamos la pista por su derecha y proseguimos por un pequeño sendero en dirección noroeste hacia el collado de San Pedro. Vamos avanzando a buen ritmo entre hierba y jaras, en algunos puntos con bastante barro. Más adelante dejamos a nuestra derecha una piedra caballera cuya vista nos venía acompañando desde hacía bastante rato ya que destaca sobre el resto del berrocal.
Se trata de un humedal de origen natural que mantiene una lámina de agua la mayor parte del año, sin ningún arroyo que la alimente, y cuyo principal aporte es la escorrentía superficial. Por ese motivo, durante el estiaje suele llegar a secarse por completo.
Desde aquí ya solo resta seguir la ancha pista que va en dirección hacia Valdemanco, y luego ir cogiendo pequeños senderos, hasta llegar a la fuente de Juan de Redueña.
En ese punto cruzamos la M-610 y enfilamos al otro lado una corta pero fuerte pendiente, siguiendo las trazas del PR. por un pequeño cordal, y donde vamos tomando los ramales que van saliendo hacia la izquierda.
Una vez atravesado el cordal a media ladera, ya tenemos a la vista los pocos metros que nos separan del aparcamiento donde habíamos dejado los vehículos esta mañana.
Desde el cruce de la carretera hasta el aparcamiento hemos subido unos 110 mts de desnivel, y algunos compañeros prefieren ahorrarse este tramo de subida y esperan junto a la fuente a que se les recoja en coche. En resumen, bonita ruta para ser un itinerario fácil de unos 12 kms y unos 360 mts de desnivel. Le otorgo una puntuación de 4 sicarias por los bonitos rincones por los que hemos pasado.
Carlos Revilla
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Muy interesante lugar para visitar.
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