miércoles, 9 de septiembre de 2020

Excursión 525: Los bosques del Valle del Eresma

FICHA TÉCNICA
Inicio: Boca del Asno
Final: Boca del Asno
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 11,9 Km
Desnivel [+]: 445 m
Desnivel [--]: 445 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: 
Ciclable: Sí
Valoración: 4,5
Participantes: 25

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Para la última de las excursiones de este anómalo verano, marcado por las restricciones anticovid, elegí los siempre agradables y sombríos pinares del Valle del río Eresma, buscando esa mágica combinación de agua y bosque necesaria para mitigar los calores estivales.

Reunidos en el aparcamiento del área recreativa de Boca del Asno, formamos dos grupos, quedándose el segundo a esperar a un rezagado por fuerza mayor. Nos acompaña por primera vez Inma, otra cordobesa más para el grupo. ¡Bienvenida!

Cruzamos el puente de madera que, junto a la cascada y poza que da nombre al lugar, salva el río Eresma, casi recién nacido aún a pocos kilómetros de aquí por la unión de varios arroyos de montaña.

Comenzamos a descenderlo por la margen izquierda, subiendo unas escaleras que dan acceso a un mirador desde donde se contempla la estrecha angostura, por la que se encaja la ahora menguada agua del río.

Otras escaleras en piedra nos acercan de nuevo a su orilla. Y sin pensárselo dos veces, a pesar de que la mañana era fresca, Kiro se fue al agua, resbalando por una roca de la que luego no podía salir. Lucio, en su intento por rescatarle, cayó también al agua, dándose un refrescante bañito que no tenía previsto.

Empapado, se puso el primero, aligerando el paso con la esperanza de secarse más rápido. Así llegamos al puente de Navalacarreta, inconfundible por tener uno de sus dos ojos curiosamente medio tapado. Lo cruzamos y ascendimos hacia la carretera de la Granja, por la que cruzamos una vez salvada una valla metálica.

Un portón cerrado nos obliga nuevamente a echarnos cuerpo a tierra, dando paso a una amplia pista, por fin libre de obstáculos. Por ella seguimos ascendiendo, con suave pendiente, hasta alcanzar una pequeña explanada en la que nuestro camino se cruza con el GR-10.4, donde esperamos para reagruparnos.

En ello estábamos, cuando pasó otro grupo de senderistas, que para mi sorpresa conocía al GMSMA y se sabía mi nombre, ¡cosas de la fama!, ja ja.

Por la sombreada senda, entre majestuosos pinos albares, caminamos en alargada fila india por la agradable pista, que al poco dejamos para buscar, a la izquierda, el colmillo del Diablo, una singular roca que, al romperse en dos, ha dejado unos de sus trozos con la forma de un afilado canino.

Tras una breve parada para fotografiarlo desde todos los ángulos, proseguimos el ascenso, ahora en busca del siguiente objetivo, el famoso Cojón de Pacheco.

Se trata de un enorme pedrusco que fuimos a buscar por primera vez en la
excursión 149, solitario entre pinos albares, acebos y rocas musgosas, que se encuentra abrigado en lo más intrincado del pinar, oculto a miradas indiscretas y que en aquella ocasión nos costó encontrar.

Hoy en día, con los GPS, un cartel que indica el desvío y la senda muy pisada y marcada con hitos de piedra, se hace imposible no dar a la primera con este chinarro, al que la erosión le ha dado tan singular aspecto.

El tal Pacheco era un fanfarrón de Valsaín que se jactaba de su hombría y al que sus paisanos, en plan mofa, dedicaron esta peña con forma de testículo berroqueño de cinco metros de diámetro y unos seis de altura.

Tras tomar a su resguardo el tentempié de media mañana y la inevitable foto de grupo, buscamos el reencuentro con la pista que habíamos dejado, siguiéndola entre frondosos pinos y, por momentos empinadas cuestas, hasta dar con una carretera asfaltada donde paramos a reagruparnos.

Por ella seguimos, relajados por la comodidad de la pista, con poco desnivel, que la hacia muy agradable recorrer, animados en charlas que nos ponían al día de la vida y proyectos de cada uno.

Entre esbeltos pinos y unos acebos cercanos a un par de arroyos fuimos subiendo una pequeña cuesta, tras la cual nos desviamos a la derecha para iniciar un brusco descenso siguiendo una senda que se precipita hacia el puente de la Cantina.

Un claro del bosque, en lo alto de unos riscos, nos proporcionó unas estupendas vistas de Siete Picos, Montón de Trigo, la Pinareja, la Peña del Oso y el Valle del Eresma. Reconfortados visual y espiritualmente con tan bellas panorámicas, continuamos el descenso, caminando ahora entre un espeso robledal.

Pasada una una portilla, alcanzamos el histórico puente de la Cantina, donde las frescas aguas que manan de la no menos histórica fuente de la Canaleja, sirvieron a nuestras mascotas para darse un buen atracón.

Cruzamos el cinematográfico puente, escenario de la mítica película La Caída del Imperio Romano, el mismo que, afortunadamente, sólo voló Hemingway en las páginas de su novela Por quién doblan las Campanas, un título escogido del poema de John Donne, un británico del siglo XVI. "La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque está ligado a la humanidad; y por consiguiente, no preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti".

Seguimos el GR-10.1, y la carretera que de seguirla nos llevaría a la fuente de la Reina y el puerto de la Fuenfría, pero que nosotros abandonamos justo antes de cruzar el arroyo del Telégrafo y el de Minguete, que se unen en este punto.

A partir de aquí, acompañamos la corriente de este arroyo hollando veredas de pescadores, inicialmente por la margen derecha del cauce por el que circula el agua, para pasar a la contraria por un curioso puente hecho con grandes rocas, en el lugar donde al poco el arroyo Pamplinas desemboca.

Un poco más adelante una gran roca a nuestra izquierda nos indica que hemos alcanzado la mítica poza de los Baños de Venus, donde en otras ocasiones nos hemos dado unos buenos y refrescantes remojones, pero que este año, con tanta prohibición, sólo nuestras mascotas disfrutaron.

Continuamos el descenso del arroyo, por sendero acondicionado para las Pesquerías Reales, obviando el puente de madera que le cruza, hasta alcanzar de nuevo la ribera del Eresma, que a partir de aquí se llama así, tras juntar sus aguas el arroyo del Telégrafo, por el que hemos descendido, con las del arroyo del Puerto del Paular, procedentes del ahora llamado puerto de Cotos.

En plácido paseo acompañamos al río Eresma en su descenso, en lo que para mi es uno de los parajes más bellos de la zona, hasta llegar de nuevo a la Boca del Asno, donde me acerqué a contemplar de cerca el pequeño desfiladero, que alcanza un desnivel que supera los 20 metros en su parte más alta, de manera que podría parecer la profunda y oscura boca del equino.

Sin embargo, no es precisamente a esto lo que hace referencia la toponimia, que antes que boca sería la quijada de un asno, cuya forma asemeja una piedra que se asienta, visible, en el lecho del río a su paso por por esta angostura.

Cruzamos el puente de madera y buscamos una mesa a la sombra donde dar cuenta de los bocadillos, que no pudimos acompañar de cerveza fresca por estar el kiosco cerrado.

En su lugar, nos deleitamos con las sabrosas moras con vino que nos trajo Carolina, que aunque no nos acompañó en la ruta, no se quiso perder el mejor momento, el final.

Tras el reponedor descanso, Celia celebró su reciente cumpleaños y el haber obtenido su estrella de las 50 rutas realizadas, invitándonos a unas cervezas y cafés en Los Porrones, uno de los primeros bares al llegar a la Pradera de Navalhorno, dando así por finalizada esta preciosa ruta que se merece 4,5 estrellas.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Excursión 524: Cerro de San Pedro con luna llena

FICHA TÉCNICA
Inicio: Colmenar Viejo
Final: Colmenar Viejo
Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia:  5 Km
Desnivel [+]: 372 m
Desnivel [--]: 372 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Baja
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 24

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
A veces, las excursiones no se inician al pie del punto de encuentro con el grupo, sino desde el momento en que coincides con tus acompañantes, en mi caso, esta excursión se inició en Torrelodones, pasando por Hoyo de Manzanares y llegando a la caseta de peones camineros abandonada, en donde quedamos.

En dicho trayecto, observamos el Puente del Grajal, ya en el municipio de Colmenar Viejo, la carretera serpenteaba y los bloques de piedra en los laterales nos recordaban las antiguas carreteras de montaña, como mencionó nuestra compañera Pepa con un deje de nostalgia.

Dicho puente “travieso y algo tímido”, puesto que no se dejaba ver, se construyó para comunicar una serie de atalayas (como la de Torrelodones) y fortificaciones, para proteger a la población musulmana de las incursiones cristianas, formando parte de la Marca Media y por tanto datado en el S. IX y X, aunque fue restaurado en el S. XVIII, alterando su aspecto. El nuevo puente tapa la visión de éste, y hay que alzarse para vislumbrarle.

Decir Cerro de San Pedro en el grupo de GSMMA, es regresar cada año, cada temporada, al inicio de las rutas que se van a desarrollar en el año. Siempre que se mencionaba éste cerro, éste ¨monte isla¨, tenía una connotación para mí de algo sagrado, por todo el significado que conlleva para el grupo, por tanto, estaba deseando experimentar en mis piernas y en mi alma, el camino.

Como anuncié, el punto de encuentro era la caseta de peones camineros en el Km. 7 de la carretera M-625. Se decidió hacer una ruta nocturna porque ese día había luna llena, y dicho cerro era famoso por los calores sufridos en años anteriores, por lo que quedamos sobre las siete, y la excursión se preveía por primera vez más ligera y cómoda.

Hay una explanada que permite dejar fácilmente el coche. Debido a las medidas establecidas por el COVID, tuvimos que dividir el grupo en tres partes para no sobrepasar las 10 personas. El tiempo era cálido, emprendimos así la ruta, no sin antes hacer foto de los diferentes subgrupos.

Empezamos el camino saltando una valla de piedra, para abrir boca, a partir de ahí se inicia un sendero sencillo y relativamente ancho con ligera subida; al lado izquierdo del mismo hay una valla que continuamos y en la que hay un pequeño bosquecillo de enebros, casi los únicos árboles que veremos en el camino.

Siguiendo el mismo nos encontramos con otra valla, y a la derecha, formaciones rocosas que a la vuelta se recortarán oscuras sobre el cielo estrellado. Aunque el camino es sencillo hay tramos en donde el desnivel se acentúa. A media subida, cuando el color del atardecer nos atrapa, las espigas secas doradas y el anaranjado de los últimos rayos solares nos obliga a volvernos y divisar la caída del sol, y supone uno de esos raros momentos contemplativos en donde la luz, el aire más liviano y claro, y las vistas, hacen que la parada sea obligatoria.

Pasamos por el llamado Cerro de la Prestancia, y continuamos hasta llegar a un tercer muro de piedra, aquí era necesario hacer un giro “coqueto” de caderas, unos con mayor fortuna que otros. En la subida y antes de llegar a unos riscos que hacen de mirador natural desde el que contemplar todo el paisaje que en la subida queda a nuestras espaldas, en el que destacaba el embalse de Santillana, que parecía de plata al reflejar los últimos rayos de sol.

Algún árbol desnudo de ramas, hizo las delicias de las cámaras de fotos, buscando en sus perfiles los últimos rayos.

El sendero no tiene pérdida y aunque la cumbre en ciertos momentos está tapada por el anterior Cerro, continuando el camino se vuelve a recuperar.

Ya en el mirador, encontramos varios “followers”, haciéndose fotos con infinidad de poses en las piedras caprichosas colocadas como escenarios.

Desde aquí se ve ya la antena de la cima y el vértice geodésico elevado en un cilindro de unos tres metros de altura, donde algunos de nuestros compañeros se subieron para inmortalizar el momento.

A la espera de la salida de la luna, dejando a un lado el oeste por donde se había ocultado el sol y que nos había deparado una luz mágica, fuimos a la parte “trasera” del cilindro, y esperamos la salida de la luna, departiendo y especulando las distintas localizaciones de los pueblos colindantes. También acudimos al cajón donde se guarda el libro en donde escribe cada uno sus observaciones o sentimientos, reseñamos la llegada del grupo y constatamos las 3.853 subidas de Pilar, la mujer que casi a diario sube ésta cima.

Desde la cumbre, mientras tomábamos los bocadillos, vimos el embalse de Santillana, la Base de Helicópteros (FAME), Soto del Real, la Cuerda Larga y la Sierra de Morcuera, también las vías del AVE, las luces de los vagones que se aproximaban para herir y traspasar éste monte.

Más al sur Colmenar Viejo, la Dehesa de Navalvillar, en donde según nos menciona Javier Peralta en su libro “Cuentos, leyendas y anécdotas”, tanto las dos localizaciones anteriores como el propio Cerro, han sido objeto de varios rodajes. Así éste último se transformó en los Andes, en Sierra Nevada, en el Tibet o en una parte de las montañas Rocosas.

Al este, descubrimos el Embalse de Pedrezuela, El Molar y el Puerto de Somosierra, y al norte Guadalix de la Sierra, en resumen, todo un espectáculo de luces alrededor nuestro.

La aparición de la luna en el horizonte a las 21,30 según lo previsto, estuvo rodeada de gran expectación, donde se renuevan nuestras ilusiones casi infantiles, donde los momentos sencillos, agradables y en buena compañía nos recuerdan que la montaña nos da muchas cosas.

Para terminar, comentar que la bajada la hicimos por el mismo camino, ya de noche, pero una pequeña parte del grupo continuó arriba deleitándose en las alturas contemplando las infinitas luces que brillaban desperdigadas por la planicie, a la espera de que la luna ascendiera un poco más para poder descender sin tener que usar las linternas, solo con su blanquecina luz.

Nosotros. bajamos con los frontales, concentrados en la senda por las piedras que encontramos a nuestro paso, algunas resbaladizas, y que nos hizo caminar algo más lento, pero afortunadamente encabezaba nuestro grupo, uno de los guías más cuidadosos y atentos, Santiago, siempre pendiente de los demás. 

Ésta excursión sencilla, con algún tramo más empinado, de unos 5 km. y un desnivel de casi 400 m., ayudados por las temperaturas agradables y fresquitas en la cumbre, (donde tuvimos que recurrir a ponernos más ropa como nos anticipó Paco), con unas vistas espléndidas, y puerta abierta de par en par a las futuras excursiones, la valoro con 4 sicarias.
Raquel Domínguez

FOTOS

* Fotos de José Luis Molero
* Fotos de Julián Suela
* Fotos de Paco Nieto

miércoles, 26 de agosto de 2020

Excursión 523: Cabeza Grande y las fuentes del Acueducto

FICHA TÉCNICA
Inicio: Revenga
Final: Revenga
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  14,4 Km
Desnivel [+]: 386 m
Desnivel [--]: 386 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: 
Ciclable: No
Valoración: 3
Participantes: 22

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
El caso es que hasta un par de días antes de esta excursión estaba yo disfrutando las vacaciones por tierras asturianas, con 23ºC o 24ºC de máxima. A la vuelta reanudo la actividad senderista gemesmaniana en una abrasadora jornada. Además, para que el contraste sea más bestial, va y me toca la crónica. ¡Bienvenida sea! que menos que escribir algo de vez en cuando y así contribuir a la solidez de este grupo y, aunque sea mínimamente, a fortalecer y enriquecer este fantástico blog de senderismo que tan magistralmente diseña y mantiene nuestro amigo Paco Nieto.

Blog que se ha visto reconocido estos días por SOOLUCIONA.COM como el segundo mejor del año en lo que a senderismo se refiere. Es el mejor, pero como somos modestos dejamos la gloria del primer puesto para otros. Tal vez esta visión sea un tanto subjetiva, pero ahí lo dejo. ¡Felicidades Paco!.


Bueno, vayamos con la jornada. Tuvo su inicio y final en Revenga, en Segovia, a los pies de La Mujer Muerta. Es un pueblo que muchos segovianos describiríamos como ‘ese pueblo que está en la carretera de Madrid, pegadito a las curvas del pantano del Puente Alta, y por el que hay que conducir con muchísimo cuidadito, sin pasar el limite reglamentario de 50 km/h, además de por ser civilizados, para evitar que nos caiga el multazo, dada la alta frecuencia de controles en la larga recta que lo cruza’.

Nos disponíamos a visitar dos puntos con mucha historia aunque bien distinta: el Cerro Cabeza Grande y el Azud del Acueducto.

Como soy un poco bruto, resulta que no se qué es exactamente un azud. Lo busco en el diccionario y pone que es ‘un muro grueso, generalmente más pequeño que una presa, construido en un río para reconducir el agua hacia un canal o acequia’.

¡Aja, con que eso es un azud! Entonces esto tendrá que ver con como llegaba el agua al Acueducto de Segovia, o más bien, es que este azud forma parte del Acueducto.

A ver, yo de niño iba al colegio Claret, en Segovia, que está al lado del Acueducto, justo enfrente de los primeros arcos visibles, los más pequeñitos, a donde solíamos ir a jugar a la salida de clase. 

Muy cerquita el Acueducto se hace visible en la ciudad, al lado del kiosco de Felix, frente a las Hermanitas de los Pobres y desde allí se va metiendo en la ciudad, hasta que deja de ser visible en lo alto de las escaleras de El Postigo, ya dentro de la muralla.

Por entonces yo creía que el Acueducto empezaba ahí. Pero resulta que no es así, ni mucho menos, lo hace unos 15 km más arriba, en este azud, mediante el que coge las aguas del río Frío para llevarlas a la ciudad. ¿De tan lejos? Pero si el Eresma y el Clamores pasan por Segovia ¿para que irse tan lejos? Cosas que pasan. Sospecho que la calidad del agua de la montaña tiene algo que ver en este asunto.

Resulta que los romanos construyeron todo esto, la obra civil más grande que dejaron en España, hace más de dos mil años. A priori para mi sería muy fácil decir cuántos años exactamente. Veamos, si en 1974 se lio un follón tremendo en Segovia con motivo de la inauguración de la estatua réplica de la Loba Capitolina, donada por Roma, con motivo del bimilenario, pues hago una cuenta facilona y ya esta: 2046 años ¿fácil verdad?.

Pues esta mal. Resulta que años después de ese supuesto bimilenario, allá por 1998, estaban unos científicos, arqueólogos y demás hurgando por ahí y sacaron material del subsuelo, de cuyo posterior análisis se dedujo que de eso nada monada, que el Acueducto se construyó en la época de Trajano y que eso es al principio de siglo II (dC). 
Y de esta manera, de golpe y porrazo esta espectacular obra ha rejuvenecido más de 150 añitos.

Digo yo que hubiera sido fácil que los romanos hubieran puesto una plaquita indicando el año de construcción y quien mandaba por entonces. Es lo que hubieran hecho los políticos de ahora ¿verdad?. 

Un momento, ¿a ver si resulta que no fueron los romanos y va a ser verdad que el autor es el diablo ese que esta ahora a todas horas haciéndose selfies en lo alto de la calle San Juan?.

Bueno, creo que me estoy liando. El caso es que iniciamos el recorrido pasadas las 10 de la mañana, hacia el Cerro de Cabeza Grande. Nada más empezar a andar, aún en el pueblo, somos interceptados por el dueño de la finca por la que pasaba el camino previsto y nos disuade de ello indicándonos una ruta alternativa. Esta suponía un rodeo extra, poca cosa. Se ve que al hombre no le hacía gracia que cruzásemos por sus territorios, por mucho que hubiera servidumbre de paso.

Por dar una explicación geométrica de este modificado arranque digamos que en vez de la hipotenusa de un triángulo (cruzando la finca del señor), tuvimos que hacer los dos catetos. Ya sabéis que según Pitágoras, que era un señor griego muy antiguo y muy sabio, la suma de los cuadrados de los catetos dan lo mismo que el de la hipotenusa, pero claro, esto no es así con la simple suma de longitudes: conclusión que sí o sí, anduvimos más. Cosas que pasan.

Empieza a darme la impresión de que me estoy yendo en exceso por los cerros de Ubeda, que es un pueblo muy bonito de la provincia de Jaén, famoso por muchas cosas, por ejemplo por ser Patrimonio de la Humanidad. Pero además por sus cerros, por los que debe ser fácil perderse, yo no lo sé porque no he estado nunca. Al parecer por ellos se perdió allá por el año 1233, o eso dijo, un jefazo del ejercito justo cuando las tropas cristianas tenían que pelear con los almohades, y cuando apareció resulta que los cristianos ya habían reconquistado Ubeda. No le dijeron lo de ‘a buenas horas mangas verdes’ porque esa expresión es muy posterior, y tal vez pensaron que había andado por ahí ‘de picos pardos’, aunque esta también esta es muy posterior.

Confieso que durante unos segundos he pensado hablar del origen de estas expresiones, pero mejor no lo hago, que correría alto riesgo de que esta crónica vaya a la papelera por aquello de ‘hablar de todo menos de lo que hay que hablar’.

Insisto en volver a la excursión, a ver si lo consigo. En el primero de esos catetos obligados pasamos junto a un depósito de agua que supongo abastece a Revenga, y a continuación giramos a la izquierda para completar el segundo cateto, coincidente con la Cañada Real Soriana, cerrando así ese triangulo que mencionaba antes. Seguimos el camino, siempre en ascenso no muy fuerte pero sin tregua, haciendo unas zetas. No era muy duro, pero el calor ya se dejaba notar y las nubes de moscas y mosquitos también.

Tras las zetas nos empezamos a encontrar restos de pequeñas construcciones, como cobertizos, de la Guerra Civil. Y cuando llevamos algo más de 4 km llegamos a Cabeza Grande, de 1428 metros de altitud. Desde este punto disfrutamos de unas vistas fenomenales, si miramos hacia el sur tenemos la montaña: La Atalaya, Los Siete Picos (ojito, desde este lado solo son seis), La Mujer Muerta, la Sierra de Quintanar, etc. Y hacia el sur pues el Embalse de Revenga, El Palacio de Riofrio, Segovia, la llanura castellana y allá al fondo, muy al fondo, muyyyy al fondo, Burgos, Santander, el Cantábrico, Inglaterra, etc.

Claro, aprovechamos para hacer muchas fotos en la cima, donde hasta hace poco había una cruz, y para picar algo a modo de Ángelus. Nos llama la atención que a unos metros hay un vértice geodésico, si bien no está colocado en el punto más alto del cerro.

Comenzamos a bajar de Cabeza Grande, por la ladera sur, en este lado hay muchos mas restos de la Guerra Civil: búnkers, nidos de ametralladora, trincheras, etc. Es que en Cabeza Grande se libró buena parte de la Batalla de La Granja, que fue muy intensa, pese a que tan solo duró 4 días, del 30 de mayo al 3 de junio de 1937.

Estas construcciones eran del bando sublevado, con fines defensivos, ante las diversas maniobras de distracción que realizaron los republicanos para evitar y retrasar el avance hacia el norte, en espera de que llegasen ayudas internacionales de países en teoría amigos. En fin, que aquí Varela y Miaja se dieron de lo lindo. La zona está llena de hoyos que dejaron las infinitas bombas de cañón y de avión que cayeron en tan breve espacio de tiempo.

La jugada era ambiciosa y en teoría asequible, primero conquistar La Granja y a continuación Segovia, persiguiendo así un gran golpe de efecto que aliviara al maltrecho Frente Norte. Muy bien diseñada, pero mal ejecutada.

Durante dos días la 69 brigada republicana ocupó Cabeza Grande. Pero, poco dura la alegría en casa del pobre, la contraofensiva de la aviación de los sublevados, una vez más tuvo que ser la aviación, les obligó a abandonar la zona. Y fin de la batalla. Ni Segovia, ni La Granja. Por cierto, que tan solo un par de días después, Mola moriría en accidente de avión cuando acudía desde Vitoria a inspeccionar el frente de la Granja. Qué cosas.

Bien, creo que es mejor que me vuelva de los cerros de Ubeda, lugar en el que insisto, nunca he estado.

Seguimos descendiendo. No hay camino, la vegetación es alta, lo que dificulta la marcha y la visión, provocando que nos dividamos en dos grupos, si bien un poquito más tarde volvemos a juntarnos. Pelín antes de la reunificación vimos fugazmente un ciervo que huyó de nosotros al galope. Y un instante después nos encontramos con un pequeño barrizal que los perros que hoy nos acompañan aprovechan para darse un refrescante baño de barro ¡que envidia!, por lo de refrescarse, que no por lo del barro.

Por fin alcanzamos un camino que tomamos hacia la izquierda, aunque pronto nos desviamos y vemos en una pequeña roca una placa y una cruz, recordatorio a un abuelo (Juan Cañas) de algún nieto. Un poco mas adelante pasamos junto a la Casa de Cabeza Gatos, en lamentable estado de ruina. Era la casa de los guardas y en ella nació una amiga de nuestra compañera Rosana, que nos lleva a ver a una especie de altar encaramado en el tronco de un árbol, junto al que nos hacemos la foto de grupo.

En esta zona vemos y probamos moras, también hay algún vistoso acebo e incluso, unas cuantas de esas pequeñas florecitas moradas que salen en el suelo y que popularmente llamamos ‘quitameriendas’, ya que su presencia indica que los días se van acortando y los pastores regresan antes de sus paseos con el ganado, para que no se les haga de noche, quedándose así sin tiempo para la merienda.

Cuando llevamos unos 8 km tomamos una pista asfaltada hacia la derecha y entramos en un frondoso bosque de pinos. La pista esta vallada y llama nuestra atención unas puertecitas que de vez en cuando hay a ambos lados, y que sirven para permitir el paso de los jabalíes en sus correrías.

Abandonamos esta pista cuando estaba a punto de cruzar el rio Frio, también llamado de la Acebeda. Nos desviamos a la derecha y caminamos por una agradable senda junto al río, aguas abajo, hasta que llegamos al Azud del Acueducto. Vemos como se conserva una parte de la obra, varios puntos de captación del agua y el de decantación o desarenador. Este es un punto de obligada parada, para contemplar la obra, y porque la sombra y el agua le dan una frescura ideal para comer. Incluso hubo algún que otro intento de siesta.

Tras el descanso, seguimos río abajo, hasta que llegamos a la cola del embalse Puente Alta, que la mayoría bordeamos por el lado izquierdo, mucho más vistoso que el asfaltado de la derecha y con mucha más sombra.

A duras penas conseguimos superar la tentación de bañarnos en cualquiera de las muchas playas que encontramos en la ribera y que parecían ideales para hacerlo.

Finalmente cruzamos por la presa del embalse y recorrimos, ya por asfalto, el kilometrito aproximado que nos separaba de Revenga, finalizando así la excursión. Como es habitual, y en especial en un día tan caluroso como este, nos tomamos una merecida cerveza.

Y hasta la semana que viene, colorín colorado este cuento se ha acabado. En resumen, bonita y calurosa jornada, con lugares históricos. Uno relativamente reciente, de la Guerra Civil, y el otro mucho más antiguo y gratificante, nada menos que relativo al Acueducto de Segovia.

Por la excursión pondría 4, pero por los calores le voy a rebajar un poquito. Lo dejo en 3 sicarias.
Jorge Montero

FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de José María Pérez

FOTOS
* Fotos de Enrique Cid
* Fotos de Paco Nieto